ACTIVAR EL SISTEMA DE RECOMPENSA CEREBRAL EN EL AULA

El cerebro tiene un sistema de recompensa que se activa ante aquellas actividades que resultan motivadoras, interesantes o atractivas, dando una sensación de bienestar que lleva a la repetición de tales acciones.

Prioritariamente, este sistema cumple una función adaptativa, ya que produce agrado o goce al llevar a cabo actos propios de la supervivencia como comer, recrearse o mantener relaciones sexuales. Pero, también se activa con otras conductas que resultan gratificantes, por ejemplo ir de compras, realizar deportes, jugar o compartir actividades divertidas. Además, también puede entrar en acción con los pensamientos. Las adicciones también se relacionan estrechamente con este sistema. 

El sistema de recompensa, también denominado sistema mesolímbico dopaminérgico, está integrado por diversas áreas y estructuras corticales y subcorticales interconectadas por redes neuronales cuyo principal neurotransmisor es la dopamina. 

Las vías dopaminérgicas del sistema de recompensa se originan en el área tegmental ventral, ubicada en la región superior del tronco encefálico. Las neuronas que operan allí, sintetizan la dopamina y se conectan hacia diversas regiones del sistema de recompensa, como la amígdala, el hipotálamo, el núcleo accumbens y la corteza orbitofrontal. Todas estas estructuras cumplen funciones básicas en relación a las emociones, la motivación, los afectos y los procesos de refuerzo y recompensa. 

El núcleo accumbens, localizado en la base del cerebro anterior, por delante del hipotálamo, es considerado el centro cerebral del placer. Se comunica con la corteza cerebral, en un circuito de ida y vuelta, favoreciendo la interacción entre los procesos más primitivos -afectivos y motivacionales- y los procesos superiores de evaluación y control de la conducta.




Las neuronas del núcleo accumbens aumentan su actividad ante recompensas naturales como la comida, el agua o el sexo; aunque lo hacen igualmente en relación a otros reforzadores no naturales como el dinero o las drogas estimulantes. Todo esto ocasiona una alta concentración de dopamina. Por su parte, cuando no se consigue una recompensa esperada, se reduce la actividad neuronal en esta estructura, por lo que se cree que genera una "señal de error" cuando el resultado obtenido no se condice con el esperado.

Las neuronas del córtex órbitofrontal, situado justo encima de las órbitas de los ojos, responden a diversos tipos de recompensa -materiales o simbólicas-, integrando la información proporcionada por las vías sensoriales (por ejemplo, aroma y aspecto de un alimento) con el estado en que se percibe al propio organismo (hambre/saciedad), determinando con ello el valor subjetivo de la recompensa.

Este sistema se haya vinculado a la memoria y al aprendizaje, ya que se recuerdan y repiten las acciones que resultan placenteras, mientras que se pretende evitar las que provocan displacer o desagrado. Es decir, que la búsqueda del placer, el bienestar, la felicidad es la motivación básica que orienta el accionar humano. 

Todo aquello que provoca que el ser humano experimente el bienestar, aún cuando implica un esfuerzo para lograrlo, es lo que se conoce como "reforzadores" o "recompensas".  El principio del refuerzo, propuesto hacia fines del s. XIX, por Edward Thorndike -psicólogo  conductista norteamericano- se ha generalizado para hacer alusión a aquellos elementos que hacen que una conducta se repita, mediante el placer que provoca. Sabemos que el estado de placer es una experiencia subjetiva que se manifiesta de variados modos, según los parámetros personales de cada uno vinculados a las experiencias individuales en el  marco cultural en que se haya inmerso y en interacción con el entorno biopsicosocial.

El problema es que este sistema de recompensa cerebral no diferencia. lo natural de lo artificial, o los placeres sanos de los nocivos. Tales discriminaciones requieren procesos cognitivos superiores que, en muchos casos, sucumben ante la sobreestimulación.


¿Cómo utilizar esto en el aula?

Se ha dicho muchas veces que el educador tiene como gran desafío la creación de un entorno resonante y, a partir de allí, ofrecer a los estudiantes estímulos adecuados que propicien la activación de su sistema de recompensa cerebral.  Para ello, es menester:

👉 Utilizar disparadores "provocadores", que produzcan un impacto emocional positivo: historias, canciones, imágenes, sucesos actuales, películas, etc.

👉Presentar desafíos motivadores, que despierten la curiosidad de los aprendices.

👉 Involucrar a los estudiantes con la meta a lograr, los beneficios que resultarán de su esfuerzo.

👉 Brindar oportunidades para la expresión creativa.

👉 Incluir actividades lúdicas.

👉 Permitir que los estudiantes protagonicen su proceso de aprendizaje, de modo activo, proponiendo maneras de hacer vinculadas a sus gustos y preferencias. 

👉 Conectar con las experiencias de los aprendices, de modo que el tema a aprender les resulte significativo. Esto hará que se sientan importantes, especiales, desencadenando emociones que los pondrán en acción.

👉 Utilizar el factor sorpresa, por ejemplo, un invitado especial a la clase. ¡Al cerebro le encantan las sorpresas!




María José Sánchez - Neuropedagoga





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