CEREBRO DE MADRE




Hay quienes sienten que nunca se está preparada para ser Madre. Sin embargo, la sabiduría de la Naturaleza, durante nueve meses prepara todo minuciosamente para poder llevar adelante esta etapa de manera exitosa.

Esta preparación conlleva transformaciones que se producen en la totalidad del ser, algo que posee una complejidad difícil de abarcar en toda su amplitud. En este artículo se comentan algunos cambios que operan a nivel cerebral.


El cuerpo experimenta numerosas transformaciones, algunas ampliamente perceptibles y otras que pasan desapercibidas a simple vista. Quien las experimenta, muchas veces no halla explicación para estas variaciones de ánimo y sensaciones que atraviesa.

Uno de los cambios menos perceptibles se produce a nivel del cerebro. Durante los meses de gestación, el cerebro materno cambia para favorecer la relación madre-hijo. Así, el conocido circuito de recompensa -que involucra la corteza prefrontal, el núcleo accumbens y otras estructuras ligadas al placer, la motivación y el refuerzo-, se modifica de manera que la madre sienta atracción por los estímulos que le proporciona su bebé. De este modo, el niño se convierte en el estímulo de mayor interés, generando gran placer para su madre, quien encamina sus conductas procurando el completo bienestar de su hijo. Debido a esto, la madre puede vivenciar un gran placer cuando responde a las necesidades del niño o cuando el pequeño sonríe.

La amígdala y la corteza cingulada anterior, que intervienen en la regulación emocional, también registran modificaciones que posibilitan a la madre regular su propia angustia ante las demandas del niño.

Los centros sensoriales se agudizan favoreciendo la interacción madre-hijo. Otro cambio significativo se produce en la corteza prefrontal, favoreciendo la capacidad de aprendizaje y la toma de decisiones permitiendo la elección de la respuesta adecuada a las diversas situaciones que se presentan.

Todos los aprendizajes que conlleva el rol materno, se manifiestan mediante la plasticidad cerebral en un bagaje de conocimientos que implica un incremento en las conexiones neuronales que se reorganizan y modifican en respuestas a factores internos y externos.

Algunas de las modificaciones más relevantes a nivel neuropsicológico consisten en un aumento de la atención selectiva la atención dirigida y la actividad de memoria a corto y largo plazo.

Durante el parto se produce una interacción neuroquímica entre la madre y el hijo. Tal es así que las neurohormonas fetales son las encargadas de dar la señal para que el parto se produzca.

La neurobiología del apego señala que existe una correlación entre el desarrollo neuronal del niño con las modificaciones neuroendocrinas que experimenta la madre. Al final del tiempo de gestación, estos cambios se manifiestan en los cuidados que las madres en condiciones normales proporcionan al recién nacido, generándoles placer y satisfacción por realizarlos.

"Las madres tienen que reenfocar sus actividades de forma drástica; deben adaptarse a múltiples nuevas demandas de su descendencia para no arriesgarse a perder la importante inversión metabólica y genética que suponen”, tal como afirma Craig Kinsley, reconocido neurocientífico de la Universidad de Richmond.

Durante el embarazo, la mujer experimenta grandes alteraciones hormonales. Desde el comienzo de esta etapa, el caudal hormonal incide de diversas maneras en el cerebro. Las principales hormonas que aumentan y afectan la actividad cerebral son la progesterona, los estrógenos y la prolactina, que pueden alterar la memoria espacial. Sin embargo, los estudios proporcionados por la Neurociencia, sugieren que estas alteraciones hormonales predisponen al cerebro para estar más alerta y sensible a las necesidades del niño.

Son muy difundidas las investigaciones que dan cuenta de una disminución de la materia gris, una especie de "encogimiento" que ocurre en la región donde se desarrolla la empatía. Esto no ha de tomarse como algo negativo, sino que se trata de una poda neuronal, de carácter adaptativo. Esto significa que la madre no pierde habilidades cognitivas, sino que optimiza funciones, como la capacidad de captar el estado de su bebé y anticipar diversas situaciones, especialmente aquellas que suponen un riesgo para el hijo.



María José Sánchez - Neuropedagoga











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