PREGUNTANDO SE APRENDE
Tantas veces padres y educadores nos planteamos cómo motivar a los niños, buscamos estrategias, tratamos de darles diversos elementos -entre ellos los tecnológicos-, para despertar su interés. Sin embargo, la curiosidad es una característica propia de la infancia, que nos interpela desde las preguntas.
Entre los dos y tres años, el niño -gracias a la adquisición del lenguaje- inicia una etapa en la que las preguntas fluyen continuamente procurando satisfacer su curiosidad inquieta. El niño pregunta impulsado por el fuerte deseo de aprender y saber, busca comprender el mundo que le rodea, el entorno inmediato con el que interactúa. Sus preguntas son simples: ¿Qué es esto? ¿Cómo se llama? ¿Por qué no quiere jugar? Las respuestas han de ser verdaderas, aunque no extensas. Más bien, proporcionarle la información justa. El propio niño mostrará su satisfacción. Aunque en reiteradas ocasiones hará la misma pregunta. De este modo refuerza la incorporación del vocabulario, aprende a anticipar las posibles respuestas, incrementa sus conocimientos, mejora su comprensión del contexto, adquiere seguridad y precisión para desenvolverse con autonomía.
De cuatro a seis años, sus interrogantes se dirigen a la comprensión de la relación causa-efecto: ¿Por qué no puedo tener una mascota? ¿Por qué tienes que trabajar? ¿Por qué tiene ese nombre? En este caso, las respuestas que el niño requiere, deben contener algún argumento pertinente, adecuado a la etapa de desarrollo del niño. Algunas interrogaciones dan lugar a respuestas de tipo práctico, por lo cual es conveniente que la explicación incluya alguna experimentación que enriquecerá ampliamente el desarrollo cognitivo del niño.
👉 Con frecuencia los niños suelen preguntar en tono desafiante, especialmente cuando se sienten invadidos o no quieren hacer algo: ¿Por qué tengo que bañarme? En tales casos, se sugiere no caer en justificaciones, sino responder en forma clara y concisa, siempre con paciencia y calma.
Es maravilloso para el desarrollo mental y emocional del niño que encuentre un espacio apropiado que acoja sus preguntas con interés y les proporcione las respuestas apropiadas. Un niño que pregunta, es un niño que piensa, que está motivado para aprender.
Es importante saber que no se trata de responder las preguntas desde el rol del "sabelotodo" con un conocimiento acabado y verticalista, sino que estos planteos del niño constituyen una ventana para captar su motivación interior y propiciar el aprendizaje. Es decir, que la pregunta te proporciona una pista acerca del centro de interés que moviliza al pequeño en ese momento, lo que permitirá al padre o educador guiarlo para que interaccione con ese mundo que le interesa.
Neurotips para estimular el hábito de hacer(se) preguntas
La frescura y la espontaneidad con que pregunta un niño pequeño se transforma en el transcurso del crecimiento. La influencia del entorno, con frecuencia provoca un adormecimiento de esta maravillosa capacidad que tenemos como seres humanos.
La etapa de los "porqués" debería ser la base que facilite al niño el aprendizaje de una actitud hacia el conocimiento que parte de la propia motivación, una actitud que podrá continuar su desarrollo en la medida en que seamos conscientes de la relevancia que posee y ofrezcamos a los niños la oportunidad de generar respuestas a partir de sus interrogantes, de manera que acceda a conocimientos cada vez más abstractos y profundos.
👉 Dar al niño libertad para explorar, sin condicionar ni limitar sus actividades y juegos.
👉 Procura que esté el mayor tiempo posible en contacto con la naturaleza. Esto constituye una manera magnífica de estimular el aprendizaje, la creatividad y la curiosidad innata.
👉 Guía de modo respetuoso, sin presionar ni invadir. Observa sus gustos e intereses.
👉 Muestra interés por sus preguntas, dándoles importancia y ayudándole a encontrar respuestas, con lo cual también estimularás su espíritu crítico.
María José Sánchez - Neuropedagoga
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