NEUROTIPS PARA EL AULA: EL JUEGO DEL SILENCIO
El silencio es una de las claves más poderosas de la salud física, mental, emocional y espiritual del ser humano. La neurociencia confirma esto que la sabiduría ancestral ha transmitido desde tiempos inmemoriales: el silencio beneficia notablemente al cerebro. Michel Le Van Quyen, neurocientífico francés, es uno de los especialistas que se ha ocupado de estudiar los efectos del silencio para el órgano que comanda nuestro cuerpo, concluyendo que posibilita la regeneración neuronal y que, además, resulta elemental para la creatividad, la memoria y el desarrollo personal.
Alejarnos del ruido de la vida cotidiana y conectar con los sonidos de la naturaleza disminuye el estrés, promoviendo la secreción de dopamina, reduce la tensión arterial y el azúcar en sangre, propicia la salud cardiovascular y metabólica, genera sentimientos de bienestar. Se sugiere cerrar los ojos y percibir desde adentro. Cerrar los ojos hace que se ralenticen las ondas cerebrales, lo que contribuye a relajarse y permitir que el cerebro descanse.
La respiración profunda es otra llave hacia la calma, que se traduce en la desaceleración de la frecuencia cardíaca como en el fortalecimiento del sistema inmunitario al disminuir el índice de cortisol.
El juego del silencio fue ideado por la Doctora María Montessori. Mediante esta actividad lúdica, los niños aprenden a conectarse con sí mismos y con el entorno inmediato alejado del ruido, desarrollando la capacidad de escuchar con atención y la concentración que, poco a poco, le llevan a la relajación, el autocontrol, la serenidad y la calma.
Se puede hacer de manera individual o en grupo, considerando que es un juego, por lo tanto no es cuestión de obligar a los pequeños, sino de invitarlos y de propiciar un ambiente reconfortante que les brinde seguridad física y emocional para que se sientan dispuestos y libres para desarrollar la actividad.
Suele implementarse desde los 30 meses aproximadamente.
Beneficios del juego del silencio
Jugar de modo individual
Permite que el niño aprenda a disponer de momentos de calma y encuentro consigo mismo, sabiendo escuchar el silencio y pudiendo disfrutarlo. Se puede hacer con los ojos abiertos o cerrados.
Se sugiere considerar la temporalización progresiva. Por ejemplo: cuando se comienza, realizarlo entre 15 y 30 segundos. Cuando el niño vaya logrando el silencio por mayor tiempo, se va avanzando de acuerdo a su ritmo.
Es importante explicarle en qué consiste el juego: "vamos a descubrir qué se escucha en el silencio".
Podemos indicar el inicio y el final del tiempo mediante un sonido agradable: campanillas, triángulo, una nota en el xilófono... Otro elemento que suele emplearse es el reloj de arena.
Si al niño le resulta difícil mantener la calma, suele resultar útil encender una velita que simbolice la tranquilidad y que él mismo apagará al concluir el juego.
También, se puede proponer al niño que por ese tiempo tratará de sentir qué escucha una flor, o un árbol, u otro elemento apropiado.
Una vez cumplido el tiempo, conversamos acerca de lo que ha percibido. Es probable que al principio el niño esté más disperso y le cueste un poco concentrarse. Luego, se evidenciarán los progresos. Seguramente, tendrá respuestas novedosas y sorprendentes. Es maravilloso todo lo que se puede escuchar en el silencio. Y los niños tienen una alta sensibilidad ante estas experiencias.
Jugar de modo grupal
Pueden implementarse diversos modos de llevarlo a cabo. Algunas sugerencias:
La indicación será: "Jugaremos al juego del silencio. Para eso, han de estar callados. Les iré nombrando de a uno en voz bajita. Quien sea nombrado, debe venir sin hacer ruido, para no romper el silencio".
Cuando los niños acceden al otro espacio, la persona guía los recibe con una sonrisa y puede susurrarles algo bonito al oído.
Los niños van sentándose en un círculo, conservando el silencio mientras esperan a sus compañeros. El juego concluye cuando todos los compañeros se han incorporado al círculo.
María José Sánchez - Neuropedagoga
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